Deja tu mano allí, en mi espalda, no me sueltes. No me dejes caer, mi vida está en tus manos.
No hay palabras. No digo nada, no dices nada. El silencio podría cortarnos en dos. Tus ojos, un par de agujeros negros, para perderse en tu indiferencia. Mis manos, torpes y temblorosas quieren destruir el silencio.
Una sonrisa, una mueca, un parpadeo. Nada. Inexpresividad que me ataca. Me siento como un chiquillo asustado ante el plato roto. De mis poros emergen gritos ahogados, que quieren acercarte, que buscan refugio en el calor de tu pecho.
Abro mi mano, esperando algún rocío divino, un chorro helado de vida. Miro hacia arriba. Sigues con tu mirada imperturbable, tus agujeros negros dirigidos hacia mi rostro. Rozas con tus dedos la palma de mi mano, siento mi piel ardiendo, quemándome como la arcilla en el horno. Volviendo frágil toda mi existencia.
Te detienes en las yemas de mis dedos, y acomodas tu mano con la mía. Quiero dirigirte, darte el mando del ritmo de mi respiración. Tu mirada es un reto y es calma. Mi mirada es un límite cruzado. El calor de tu mano me llena de dudas, dudo de la realidad. Momentos pensados, calculados, planeados, de los cuales no soy dueño.
Abro mi boca, un grito atorado entre mi pecho y mi espalda, y tu mano me cubre, manto de prudencia. Tus dedos se alejan de los míos, y la distancia es un abismo. La necesidad de sostenerte, de cuidar tu mirada de los ojos malos, cubrir tu pecho de flechas dirigidas. Un movimiento rápido, prueba de mis reflejos, y me acercó sin querer. La culpa me carcome.
Una sonrisa, la primera. Mis rodillas tiemblan, lo más fuerte es lo más débil. Tu mano repasa mi rostro, mis ojos cerrados, ver por la piel. Te acercas a mi corazón, y notas el pulso disparado, te escucho reír pero tu cara sigue estática.
Sostienes mis manos, y te miro, hacia arriba. Tu aliento me eriza la piel, y la distancia es un imaginario de individualidad.
Un beso, uno. Tus manos calladas recorren mi frígido cuerpo, y se posan en mi espalda como alas. Tu pecho sobre el mío, en un acto de protección, acurrucarme en tus latidos. No te toco, no quiero verme en otra de mis fantasías.
Tus labios se posan sobre los míos. Me siento torpe, como la primera vez. Quiero decirte cuánto te amo. Quiero decirte, con palabras que sólo tú escucharás, lo que tu calor hace en mí. Tu lengua, busca en mi boca miel. Me lleno de tu esencia, ha salido tu lengua de una jaula, y busca lo que la libertad le ofrece. Y sigo estático, congelado. Mis ojos se apagan de a pocos en el éxtasis de ti. Robas mi esencia, tomas de mí eso que sabes que te es guardado con exclusividad.
Abro los ojos, con miedo a la realidad. Y ya no estás. Estoy de pie, mirando hacia arriba, esperándote.
Deja tu mano allí, en mi espalda, no me sueltes. No me dejes caer, mi vida esta en tus manos. Manos de aire, labios de lluvia, y ojos de penumbra.
Las letras que corren por mi sangre se desbordan y mágicamente caen aquí.
jueves, 20 de agosto de 2015
Lo que se nos escapa
¿Quién le dijo a los sentimientos que fueran tan impuntuales, tan imprecisos?
Me duelen los instantes en los que no tomé tu mano. En los que no dije lo que quería, en los que no pude sostenerte.
Te odio, para entender que lo hago porque te amo más.
Me canso, pero una fuerza sobrenatural me invade, me invade cuando quiero decir no.
Me invade cuando quiero soltarte, me invade cuando quiero admitir que me soltaste.
Y sigo sin saber si amarte tanto es la mejor decisión.
Sólo sé que lo hago, sólo sé que no lo decido.
Sólo sé que queda el vacío en las palabras, agujeros en los labios y sinsabores en la piel.
Sólo sé que amarte tanto, aún cuando duele más de lo que mis cincuenta y cinco kilos dentro de metro setenta y cinco de estatura logran soportar, es inherente a lo que mi mente abarca.
No olvidé agradecerte antes de que partieras, y me arrepiento, porque así habría algo más que nos atara, algo que nos hiciera vernos de nuevo.
Y no sé qué duele, pero duele todo.
Y no sé qué falta, pero falta todo.
Y no sé qué hacer, pero no hago nada.
Noches donde hallé la paz.
Noches que se van al olvido.
No cambia nada, pero pierdo todo.
Y no quiero soltarte, porque no te siento consciente.
Para descubrir que ya te he soltado...
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